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Jesús Ruiz...desde Orihuela

Cuando el verdugo imparte justicia

Cuando el verdugo imparte justicia

El ser humano necesita a los médicos y los políticos a los politólogos. Cada uno de nosotros envejecemos a velocidades distintas ya que el político suele hundirse con más facilidad en el limbo. Cuando el político enferma y se cree hundido políticamente el que sufre las consecuencias de verdad es el ciudadano, que es en breve irá al médico a que le mande algo. La persona se tomará sus pastillas pero el político nunca reconoce estar enfermo y se hunde cada vez más y más. A veces el diagnostico no es grato y el político que solo piensa en su coste de oportunidad, busca una opinión que le agrade y curanderos de lo suyo los tienen a mansalva. Así que los políticos malos, malos de mediocres no de enfermos, huyen de los politólogos considerándolos intrusos en sus tenderetes. Ya se sabe que en el país de los ciegos el tuerto es el rey, así que la Facultad de Orihuela que imparte entre otra la licenciatura de Ciencias Políticas y de la Administración seguirá ahí arrinconada en las Salesas sin la consideración municipal debida respecto al potencial desperdiciado.

 

¡Jesús, mete más caña que me aburro!, dice mi colega Luis de vez en cuando en la barra del Chipi-Chic blandiendo su tónica. Pero Luis, ya solo me hace falta un guardaespaldas. Cuando me invitaron a escribir en este diario por amor al arte, sabía que el que escribe se proscribe  pero ignoré a los verdugos voluntarios. Tengo una relación tormentosa con estos paparazzi del correveidile, fabricantes de rumores, de hachazo fácil. Las reacciones son de lo más diversas pero les comprendo. Su ejercicio de libertad de expresión está condicionado al visto bueno del líder del grupo. A eso se le llama dependencia en la opinión, propia de lacayos con apariencia de hombres libres pues sus intereses se imponen a la justicia en su mundo de tribunales de honor y cuadrillas de escarmiento.

 

Recuerdo ahora un caso de estudio. Hace dos años se publicó en este diario un artículo en el que se realizó una crítica a la forma de otorgar aparcamientos nominados en las calles para ciertos empleados públicos o minusválidos sospechosos de serlo. La reacción no se hizo esperar. Alguien empezó a mover hilos y se tomó el tema como un asunto personalísimo. Soltó a los verdugos como el que suelta a sus perros y se armó la marimorena por el escrito en el periódico. En cada bandazo que daban atropellaban al que encontraban y encima se escondían.

 

Verdugos impartiendo justicia, pensé más tarde. Curioso. Además, estos elementos creerían igual de jactancioso y arrogante no ya solo escribir una columna relacionada con Orihuela sino ver mi nombre en el papel saludando con un cortés buenos días, sin más. El verdugo aplicaría la misma pena. ¿Será por que me atrevo a opinar de política, políticos y políticas públicas? No, no es eso. Les he generado una inercia negativa igual a la que siente el esclavo cuando pierde al amo. Esa clase de persona no tiene cura aunque la vea el mejor comecocos del mundo, así que habrá que aprender a vivir con estos tipos acechando en cualquier esquina.

 

Me consuelo al saber que quien no comprende una frase tampoco comprenderá una larga explicación así que aunque señale al cielo ellos seguirán mirando al dedo. Gracias a eso he aprendido una cosa muy importante. Sobran médicos y sobre todo politólogos para esta clase de enfermos tan sinvergüenzas. y Luis dice ,¡mete más caña, que me aburro!

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