El reparto de Oriola
Hace fresco en esta noche de lobos de comienzos del siglo XIV.
Nueve mudéjares se acercan por el flanco noreste a las murallas de la ilustre Oriola. Vienen corriendo por la rambla de Benferri en silencio con las gumías prestas a repeler cualquier ataque de soldado almogávar. Los sorprende la densa niebla de marzo llegando al palmeral oriolano. -¡Alá es grande!-, murmuran cuando se adentran en el hermoso bosque de palmeras.
Llegan hasta la luz del candil de un viejo muladí que los conducirá hasta el Azarbe de las Fuentes flanqueando la judería. Allí descansarán un poco, se lavarán, tomarán té y dátiles antes de sortear la guardia de este lado de las murallas. Deben ser rápidos cortando gaznates si es preciso, en silencio, pues una milicia de caballeros cristianos llegará dos horas más tarde desde la dehesa de La Matanza. La arriesgada encomienda está en marcha.
Entraran y saldrán de Oriola por las acequias mayores, cerradas por cédula del Sobreacequiero Mayor Pedro Zapatero al ser días de limpieza de cauces. El plan para conseguir el objetivo es atrevido, magistral. Expoliarán por encargo el Llibre dels Repartiment de la ciudad que por desafueros municipales con el reparto de las tierras conquistadas, lo custodia el escribano Torres en la casa de Rocafull. Si triunfan, volverán sobradamente recompensados a la frontera y los repartimientos de tierras se conveniarán de nuevo con los demás linajes involucrados en el éxito de la conquista.
Un búho los delata. Los mudéjares se ponen en marcha con sigilo. Fascina el inmenso palmeral con esa luna y esas palmeras tan quietas. Apartan sus temores recordando los días de gloria con el Califato de Córdoba y la decadencia del fundamentalismo almorávide que despertó a los cruzados del norte. Llegan a la noria de la puerta de Elx y se meten en la acequia que pasa bajo el Tudmir y junto a la mezquita que hay cerca del patio del Justicia Civil Rocafull, señor de Albatera. Cuantas acequias. Es como un laberinto enmarañado lleno de zarzas que adelantan el olor a sangre en la Cofradía de los Caballeros hospedada en Comedias. Luego irán a por Torres y el Justicia como encomienda especial antes de llevarse el códice.
Tanta sangre por un libro y unas tierras. Amanece ya en la urbe cuando el último moro corre con el mamotreto de los repartos de tahúllas pero no llegará al palmeral que le cautivó al ser espetado por el acero de los Desprats los Masquefa los Togores y Rosell. La encomienda del patriciado local ha concluído. La sangre da paso al vino de Rocafull que hará de mediador en la nueva adjudicación de tahúllas de huerta.
Con esta historia que tambaleó la conformación del poder por los lotes de las fértiles tierras conquistadas a los árabes, se puede decir que la política local y las razias del pasado conservan sospechosas familiaridades.
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publicado en el diario La Verdad el día 20 de julio
Nueve mudéjares se acercan por el flanco noreste a las murallas de la ilustre Oriola. Vienen corriendo por la rambla de Benferri en silencio con las gumías prestas a repeler cualquier ataque de soldado almogávar. Los sorprende la densa niebla de marzo llegando al palmeral oriolano. -¡Alá es grande!-, murmuran cuando se adentran en el hermoso bosque de palmeras.
Llegan hasta la luz del candil de un viejo muladí que los conducirá hasta el Azarbe de las Fuentes flanqueando la judería. Allí descansarán un poco, se lavarán, tomarán té y dátiles antes de sortear la guardia de este lado de las murallas. Deben ser rápidos cortando gaznates si es preciso, en silencio, pues una milicia de caballeros cristianos llegará dos horas más tarde desde la dehesa de La Matanza. La arriesgada encomienda está en marcha.
Entraran y saldrán de Oriola por las acequias mayores, cerradas por cédula del Sobreacequiero Mayor Pedro Zapatero al ser días de limpieza de cauces. El plan para conseguir el objetivo es atrevido, magistral. Expoliarán por encargo el Llibre dels Repartiment de la ciudad que por desafueros municipales con el reparto de las tierras conquistadas, lo custodia el escribano Torres en la casa de Rocafull. Si triunfan, volverán sobradamente recompensados a la frontera y los repartimientos de tierras se conveniarán de nuevo con los demás linajes involucrados en el éxito de la conquista.
Un búho los delata. Los mudéjares se ponen en marcha con sigilo. Fascina el inmenso palmeral con esa luna y esas palmeras tan quietas. Apartan sus temores recordando los días de gloria con el Califato de Córdoba y la decadencia del fundamentalismo almorávide que despertó a los cruzados del norte. Llegan a la noria de la puerta de Elx y se meten en la acequia que pasa bajo el Tudmir y junto a la mezquita que hay cerca del patio del Justicia Civil Rocafull, señor de Albatera. Cuantas acequias. Es como un laberinto enmarañado lleno de zarzas que adelantan el olor a sangre en la Cofradía de los Caballeros hospedada en Comedias. Luego irán a por Torres y el Justicia como encomienda especial antes de llevarse el códice.
Tanta sangre por un libro y unas tierras. Amanece ya en la urbe cuando el último moro corre con el mamotreto de los repartos de tahúllas pero no llegará al palmeral que le cautivó al ser espetado por el acero de los Desprats los Masquefa los Togores y Rosell. La encomienda del patriciado local ha concluído. La sangre da paso al vino de Rocafull que hará de mediador en la nueva adjudicación de tahúllas de huerta.
Con esta historia que tambaleó la conformación del poder por los lotes de las fértiles tierras conquistadas a los árabes, se puede decir que la política local y las razias del pasado conservan sospechosas familiaridades.
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publicado en el diario La Verdad el día 20 de julio
3 comentarios
Fisquero -
Muchas gracias
Rafael -
Oscar -