Mucha gente y pocas personas
¿Cómo estaba la Glorieta?
-Había mucha gente y pocas personas.
No creo que mi interlocutor se esté guaseando de los veinticinco mil que de una forma u otra metieron en los invernaderos de Oriexpo ni de los trescientos guerreros del agua parapetados en La Lonja. Además, la frase se las trae, descoloca, pero, puestos en pié de nuevo, la aserción gente versus persona- tiene su lógica aunque le persiga el principio de contradicción.
Todos, hasta el que no lo parece, es un ciudadano catalogado, miembro de un fichero, de una estadística, de un porcentaje de votos y de expectativas de ventas. Lo de gente y persona es distinto y tiene sentido. Es voluntario adscribirse a un género u otro pero ser persona, es complejo. Sin embargo, ser gente es atractivo como el vicio, dulce como un terrón de azúcar y alienante como la turba. Por eso la desafección de ideas y el cóctel de enfoques, es moneda vehicular en esa permuta de la voluntad de masas hasta tal punto que se intercambia en el mercado ideología al peso. De ahí que el concepto utópico de la paz en el mundo ya no es exclusivo de las chicas del Miss Universo.
La superficialidad también desconcierta a los jóvenes que, antes de saber si son gente o personas, se hallan en la controversia de moverse por un sistema enmarañado en el que se reconocen aislados. No encuentran la ilusión que le desprendían sus padres ni las expectativas con las que les siguen agasajando; -Carpe Diem dicen hoy por Orihuela-. Realmente a esos muchachos les da igual el resto de todos nosotros y de ellos mismos. Van a lo suyo como nosotros vamos a lo nuestro, por que también nos da igual lo que les suceda mañana. Total que no nos encontramos aún revueltos como una marabunta que aplaude llora o ríe cuando los directores de emociones dan la señal, pareciendo gente ansiosa no ya del ausente terrón de azúcar sino de la ilusionante sacarina que edulcora tal desconcierto.
Mucha gente y pocas personas cuando se desprecia el lenguaje de la discusión y escapamos de la conversación dándonos cuenta tarde de que, ser gente, desemboca tarde o temprano en maldecir a los que eligieron en un momento dado, el camino para ser persona. Por eso, optar al terrón de azúcar y todo lo demás, origina unos costes que la gente convertida en gentuza, no está dispuesta a soportar. Aún así es difícil distinguir la paradoja entre la muchedumbre de la Glorieta, de la Lonja o de donde sea.
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Publicado el día 11 en el diario La Verdad en la sección Ciudadano X
Jesús Ruiz
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