El pavo negro
Hay que ver lo que cuesta meterle el cuchillo a un pavo negro y lo trabajoso que resulta arrancar sus hermosas plumas. El suelo se iba llenando salpicaduras de sangre y plumas negras destacando esas que hay en la cola y seguro que podrían servir para escribir en papel. Tras el deshoje plumífero y con las más duras aún por quitar, me fijaba en el color blanquecino que quedaba tras la escarda. Pura carne de cadáver. Lo fácil es ir a una carnicería y comprar un pavo, pelado, embolsado y casi cocinado cuando tienes delante el bicho y miras el cuchillo que tienes en la mano para cortarle el gaznate. La decisión no es agradable. El pavo, que hasta hace una hora estaba vivo, seguro de si mismo, orgulloso de sus zainos colores y cuello azulado, descansa en paz, es ya cadáver. Ha muerto por una buena causa. En poco tiempo será el invitado necesario a la cena del día veinticuatro.
Está dispuesto ya con sus carnes frías y cuajadas. Esta Nochebuena cenaremos en familia el hermoso pavo que se adornaba de plumas negras zainas y era el más envidiado del corral donde fui a buscarlo. Este año no es año de jamones, ni tintos extravagantes ni de manjares originales, nos comeremos el pavo negro. Así que limpias mis manos de sangre y con el cuchillo metido en el cajón para otra ocasión, aprovecho mi blog para felicitar las fiestas a las personas que me quieren, a mi familia, a mis amigos, amigas, conocidos, compañeros. También a los que no me quieren pero han elegido ser mis enemigos, a los que se creen que lo son pero dudan, a los indecisos, a los cobardes sin fronteras que se visten de valientes y, en fin, a todo el mundo, les deseo Feliz Navidad.
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