Orihuela Beach
Tres amigos y uno que está por llegar hablan en un restaurante de Orihuela Costa. Vasili, uno de ellos, hace pinitos con el castellano escrito y lee el titular de un viejo periódico con el titular “Matan de madrugada a un ciudadano en Orihuela Costa”. -De eso ya hace tiempo. Además, Vassili -¿No fueron dos? Le pregunta Baku, un azerbayano afincado en Torrevieja. ¡Lo cazarán, es cuestión de tiempo que la euroorden funcione!, dice el policía Juan Carlos apurando su vaso.
Y es que en Orihuela Costa, aparte de sol y playa también existe la otra cara de la moneda. Y la verdad que no hacen favor alguno al ciudadano los responsables de lo que hoy ya no se llama orden público con esa política de ocultar al ciudadano los mapas de criminalidad, quizás para que no se note mucho la dificultad real de enderezar el asunto en zonas semiurbanas.
Hace ya tiempo de aquella noche en Playa Flamenca en la que Juan Carlos y el ruso pusieron todo su empeño para que no se desangrara un asiático con un ojal en la femoral en una zona de baretos. Tal vez influyó eso que Dios no para y está en todas partes. Lo cierto es que ayudó bastante la pericia de Lían, un irlandés de las fuerzas especiales con servicios en Líbano y Afganistán que lo aguantó hasta que aparecieron los resucitadores del SAMU. Esa noche se tomaron decisiones importantes. Ante la falta de rumbo, medios y contundencia oficial, los policías locales de ese turno diseñaron el camino a seguir para conseguir el objetivo principal que no era otro que la macrourbanización de la costa de Orihuela disfrutase un nivel de seguridad parecido al de la ciudad. En pocos meses se enderezó la criminalidad, llamada inseguridad subyacente para los políticos esnobs de café y rosquillas. Esta vez las decisiones se tomaban desde la base y con buenos resultados aparentes quizás por la empatía volcada en el fin a conseguir.
Mirando el reloj, Baku el azerbayano pregunta señalando al periódico que descifraba el ruso, que si los que mataron son el resultado de la casualidad o es un cúmulo casual de casualidades. Juan Carlos, sorprendido por la dificultad de la pregunta le plantea que la cuestión preferente está por encima de los hechos. Impera el síndrome del despacho y el de las declaraciones oficiales una vez pasadas por el filtro: “¿cuánto me salpica a mí esto?” El problema es la gestión pública eficaz en lo que se llama burocracia de calle pues mas parece que Orihuela Costa tiene adosado el complejo de palangana de la abuela y no sabemos qué hacer con el trasto.
Vasili que conoció la gloria olímpica con Rusia, luchó esta vez para dejar ese mundo nocturno lleno de peligros con la ayuda del crédito hipotecario tipo atoquisque. Baku le dice que los pollos asados estaban buenos pero las deudas cerraron su tienda. -¡Cosas del negocio como eso que ha dicho Juan Carlos de la seguridad y los despachos, además Baku, es bueno que roben así tienes trabajo y algo que vigilar!, le dice Vasili riéndose. El ruso sigue trabajando todas las noches del año en la puerta del mismo garito de la costa esperando su oportunidad, derrochando paciencia y evitando situaciones que los clientes buscan por diversión, así que de vez en cuando aún hay quien sin querer, es noticia en la portada del periódico local.
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