Hosanna
Lo primero que hizo Jesús de Nazaret cuando llegó al templo de Jerusalén fue armarla bien gorda al ver el mercadillo instalado en aquel lugar sagrado. Los echó a todos del santuario por convertir la casa de oración en una animosa feria. Mas tarde se lo cargaron, llamaba mucho la atención. Se lo quitaron de en medio pero Él cumplió su palabra y resucitó según las escrituras después de morir torturado en el madero aunque los judíos afirmen que es una trola de los discípulos. Lo cierto es que hay elementos en la sociedad que no se salvan ni resucitando dos veces. Pero eso es harina de otro costal.
Estoy contento. Hoy comienza una semana de fiestas diarias. Domingo de Ramos trae días de procesiones y eso en Orihuela lo sabemos hacer muy bien. La Semana Santa oriolana se presenta orgullosa a base de calles llenas de gente admirando el arte sacro, esperando a su nazareno, aplaudiendo a los armaos. Disfrutando de los Cantos de la Pasión o de la espectacular belleza de las mujeres de negro que procesionan esta tarde. Un espectáculo en el que de una forma u otra participa toda la ciudad. Orihuela se siente protagonista y expectante con los sonidos de la Convocatoria que avisa de la llegada de un ejército de nazarenos. Las tardes hierven de actividad. Los Armaos dan vueltas patrullando sin escolta lo cual es una sorpresa ver asomar la rumbosa serpiente multicolor de la Centuria Romana. Cada año hay novedades en procesión, fruto del trabajo de mayordomías, cofradías y hermandades que para unos ensalza la demostración de fe y para otros, de alma agnóstica, les da igual ocho que ochenta cirios nuevos plateados en Sevilla que un manto de la Virgen bordado en Carraclaca con oro del Perú.
En esta semana se revive la costumbre de la vuelta a los puentes. Desde que el río no trae agua o solo discurre una hila salitrosa por su cauce, ha desaparecido el apestoso olor a ciénaga que años atrás atormentaba al gentío. Para mitigar el perfume, las autoridades hablaban con los de la Confederación Hidrográfica del Segura para echar agua al cauce desde el Molino de la Ciudad. Es un logro para los sentidos de la semana que empieza que el río ya no huela a estercolero y una desdicha que la huerta oriolana no pueda seguir perfumando las calles por las noches. No quedan huertos en las afueras que imprimían ese olor a primavera que transmite el azahar del naranjo navelino.
Pero nos queda el olor a incienso litúrgico y pipas tostadas entre las hileras de sillas que como una gran cremallera, va cerrando el traje procesional para resguardarlo solemnemente en el Santuario de Ntra. Sra. de Monserrate. Desandar lo andado inmerso en la turba que abarrota el recorrido, produce otra imagen de la Semana Santa al ver tanta basura en el suelo. Parece que ha pasado una cabalgata. Seguro que Jesús vio algo parecido en el templo donde estaba instalado el mercado. Algunos de estos escribas y fariseos de hoy le besarían el pié a Judas Tadeo si ven negacio. Pero a Jesús el profeta, el de Nazaret de Galilea, no se lo llevaron al huerto, tenía las cosas muy claras. Menos mal que los trabajadores de la limpieza se afanan con la escoba mientras que a Jesús Nazareno, el nuestro, lo zarandearemos a los pies de Santa Justa y Rufina camino de San Francisco, hosanna. Cada uno tiene su propio Vía Crucis.
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