Plantar un pino
Cuando paso por el túnel y miro a la falda del monte recuerdo que en esa zona abundaban los pinos. Pequeños incendios, sequías prolongadas, suelo pobre de tierra y plagas, ha provocado que nuestra sierra descuente a sus socios verdes. Fueron plantados por la administración de la posguerra civil y desde entonces, pocas cosas se han hecho para alegrar la desnuda sierra que en estos días de cortas lluvias te recibe como agradecida por tal fortuna.
Un día de verano que hacía demasiado sol, decidí el mejor sitio para plantar un pino en una zona de la umbría de una de las fallas que hay al oeste de la Cruz de la Muela. Compré uno en un invernadero y lo acostumbré a la intemperie en casa unos meses para lo que le esperaba en la sierra, así que desde hace dos años hay un árbol más allá arriba cargándose ceodos.
Está sano y ya son espaciadas las visitas con las botellas. Ahora siento que parte del monte también es mío y de vez en cuando bajo algunas latas que encuentro en las áreas de descanso del sendero. No es que sea más proteccionista ahora que antes de aumentar la pinada, simplemente subo con una bolsa y la tiro luego a un contenedor de Monte Pinar, sin más. Además, tengo la suerte de haber aprendido con mi padre a podar los naranjos, limoneros, frutales, moreras y las directrices generales para escardar los pinos y árboles de sombra así que de vez en cuado arreglo uno de ellos quitándole las ramas secas o exterminando un bolsón de procesionaria.
La voluntad humana es más poderosa que la acción concertada de la administración para estos menesteres. Si cada oriolano que acostumbra a pasear por la montaña de Orihuela plantase un árbol de este tipo, poco celoso del agua, en donde tuviese poco más de tres palmos de tierra o grava si es ladera, os aseguro que las sierras vista de lejos se salpicarían nuevamente de árboles plantados por nosotros y para vosotros.
Así nos mezclaríamos con la naturaleza de otra forma y entenderíamos de nuevo la simbiosis del ser humano con su medio ambiente, comprendiendo que no todo puede ser cuidado por la administración pública, que es perezosa y zafia en ocasiones. Además no podría contra un ejército de desalmados. Tampoco es conveniente convertirse en un activista climático desde el sofá de casa o quemando contenedores en la calle del vecino. Espero que el pino tenga suerte allá arriba y agarre bien. Le di la independencia cuando ambos nos empapamos con el aguacero del martes pasado. Ahora es de todos.
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publicado en el diario La verdad el 18 de mayo
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