El emperador desnudo
//...Todos los componentes de su séquito miraban y remiraban, pero ninguno sacaba nada en limpio; no obstante, todo era exclamar, como el Emperador: -¡oh, qué bonito!-, y le aconsejaron que estrenase los vestidos confeccionados con aquella tela inexistente en la procesión que debía celebrarse próximamente. -¡Es preciosa, elegantísima, estupenda!- corría de boca en boca, y todo el mundo parecía extasiado con ella. El Emperador concedió una condecoración a cada uno de los dos bribones para que se las prendieran en el ojal, y los nombró tejedores imperiales//... Fragmento del cuento infantil de Hans Christian Andersen, "El traje nuevo del Emperador".
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Con papel, micrófono y atril, uno se debe de sentir todo un personaje y más si depende de un color político que lo posicione en el gallinero. Gustan de anunciar ilusiones y mantenerlas con el nosotros haremos, y como las palabras se la lleva el levante de la tarde, usan los mismos argumentos y los mismos tiempos verbales que los que ocupaban el mismo lugar.
La escusa electoral permanente, impide acercarnos al político y recordarles que su actual posición dominante se justifica en el resultado, no en la posibilidad del será. Desde lejos nos dicen lo que queremos oír –haremos esto y lo otro- con una facilidad y sonrisa que nos anula toda contradicción. Las promesas vendidas como hechos y las palabras encadenadas forman frases que se deshacen en el tiempo, como la ilusión.
Ya sabemos que el más usado es el verbo hacer, -del yo hago tú haces él hace-, en su forma futuro del indicativo. Parece mentira. Nadie cambia el discurso de su errática trayectoria. Cuando te das cuenta, aquí, el yo hago se cumple, pero cuando llegamos al enunciado nosotros haremos, la cosa se desvanece y ya no confiamos en el vosotros haréis a no ser que tengamos el solaje de la ilusión sin avinagrar. Porque no hace falta que endulcen oídos con el yo haría, que los verbos en su forma condicional, no son amigos de la resultante y dicho por un tercero con la mente subcontratada, me produce grima y mala leche. En este caso, cuanto más dulce más amargo, mas si cambian a la forma condicional perfecta del verbo hacer, habría hecho.
Entonces entramos en otra dimensión ya que juegan con la significancia que la palabra escrúpulo precedida del verbo tener, convirtiéndonos, nosotros lo receptores del verbo tener, en sus chivos expiatorios. Casos tiene la historia política reciente para evitar no quedar como pardillos ante esta masa de políticos ominosos que se reinventan todos los días, como calcetín al que se le da la vuelta. Por eso si la evidencia es palpable y ni aún así caemos en la cuenta, ya puede el rey ir desnudo luciendo látigo en el desfile. Tiene que ser un niño el que nos saque los colores ante tal evidente demagogia.
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erik -
Valparaiso -