No se vayan todavía
Observo asombrado la deriva de nuestra sociedad política, inactiva hasta la asfixia. España es un país confederado donde la clase empresarial tiene mala prensa y los sindicatos diseñan junto al Gobierno, la mejor forma de llegar a las elecciones de mayo sin sobresaltos y sin movilizaciones serias. Estamos asistiendo a la manifestación del contubernio perfecto, de la tormenta perfecta. Por otra parte, las cuentas del Estado no salen y las medidas populistas prometen lo que no hay. Hasta nos alegramos de empeñarnos para otros veinte años. Ante esta situación planteada así de sencilla, no hay soluciones posibles. Todo el que tenga la solución que vaya buscando una salida porque el elixir maravilloso es tan costoso socialmente que solo queda estudiar salidas.
Orihuela, como todos los pueblos grandes lastrados por su idiosincrasia, tiene dos problemas importantes. Uno de ellos son sus dirigentes políticos, anclados en modelos políticos del pasado, faltos de carisma entre la base y estos últimos con un grado de dependencia de los primeros preocupante. Esto deviene de la imbricación entre oriolanos de Orihuela ciudad y gobierno municipal sin hacer extensiva la participación política a todo el municipio. Se piensan que todo es uno y si la cosa se pone fea en el mundo empresarial oriolano las súplicas van siempre camino del Ayuntamiento como buena casa que parece ser del hijo pródigo. Es extraño pero pasa. El otro problema es la miopía general que sufre la población al no ver las jugadas de los primeros, expertos en sicología de masas que tantos resultados cosecharon los romanos con el pan y circo. Pero los números no fallan, el pan se acaba y los músicos no cobran.
A falta de panes buenas son tortas y para tortas las que se están dando cuando el aire huele a elecciones. Curiosamente, el ex-alcalde Medina se levanta en voz de sus escuderos, antiguos pedáneos, para decirnos lo que ya sabemos. Pero querido ciudadano, usted es producto de esas puñaladas típicas de cualquier partido político. La fidelidad al partido está por encima de la fidelidad al servicio público y eso lo sabe usted lo sabe la actual alcalde y la clase empresarial que pulula alrededor. Si un partido político no posee buenas bases que renueven sus élites, si sus dirigentes no logran espantar a los mediocres que van subiendo en el escalafón y entre estos mañosos en apuñalamientos es donde el partido político nutre sus listas en los comicios, es para replantearse que es lo que esperamos de la política. Sin esa cuestión clara y con lo aficionados al ocio que es el español, hay poco que decir, la historia se repite. Mientras tanto seguimos siendo espectadores de nuestro protagonismo. Bailaremos mientras quede fiesta.
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