La órbita oriolana
Una decisión política como la que puede tomar un equipo de gobierno cualquiera en el transcurso de una reunión no puede cambiar las leyes de la naturaleza ni las leyes que rigen la razón. Por muy de acuerdo que estén sobre el estilo de ejecutar un pacto político nunca podrán evitar que aparezca el sol por el horizonte si ello era el objeto del acuerdo. Hay otras leyes que impiden que se lleve a cabo. La decisión de la mayoría en este caso queda fuera de la razón. El Sol seguirá ascendiendo ante el asombro de los que habían acordado por mayoría que se quedase oculto.
De ahí que autoridad y razón no son primos ni por analogía y el marco donde se desenvuelve tal actividad humana tiene sus propias reglas de juego, sus leyes. Trasladando este argumento al escenario de la política y teniendo en cuenta que mas de un setenta por ciento de españoles ya no cree que el Sol, por seguir con la línea argumental, gira alrededor de la Tierra, los políticos embadurnados en sinrazón aún creen que todo es una elipse a su alrededor y que ese todo es el poco que observan. Creen que hacer política es llegar a una acuerdo, que todo está permitido, que la Autoridad nacida del pacto es ley, dándose de bruces mas tarde ante la ausencia de argumentos cuando hay que fundarlos.
Analizando el mensaje político de los blogueros locales Antonio Pérez y M.A. Robles, advierto una convergencia de significado en mis argumentos y es que en los partidos políticos está fallando lo principal en estos momentos. Ese ente ausente y desgraciadamente misterioso lo llamo uso de razón política cuando se adquieren tareas de gobierno. Esta falta de razón no es por carencia de formación o experiencia sino por exceso de ambición y deslumbra con tal magnitud que les hace escudarse en la presunción de inocencia cuando la cosa sale mal.
Tal presunción es un término con sentido y aplicación en el proceso administrativo judicial cuando se ven sorprendidos en la fase Insert Coin de la peor gestión política. Ahí es donde nace el carrusel de la mala política, con gente ignorante que aun cree que la Tierra está quieta y que la renovación política pasa por poner a otros en la lista, con políticos incapaces de trabajar para que baje el recibo de la luz. Con políticas públicas que no consiguen que la madre pueda trabajar sin dejarle el niño los abuelos. Con políticos que solo atienden a sus electores cuando es campaña. Con todo un plantel de políticos electos enredados por un contrato en el que las leyes de la razón chocan con la ignorante prepotencia que infiere la autoridad que creen tener. Y en cierta medida tiene su explicación pues tres de cada diez ciudadanos potenciales votantes cree que el Sol es el que gira alrededor de la Tierra.
En la órbita política alicantina pululan entes extraños en tal grado de interacción que crean su sociedad orbital en el que la gravedad de la que dependen es su sino. El problema viene de lejos. El aroma que nos llega es el resultado de materializar una política de flahses y music-hall y lo que vemos, su lamentable consecuencia.
Los abuelos que cuidan niños en los parques cuentan que el tiempo lo cura todo y dicen los gurús de la política que el último año de mandato es el decisivo para tapar escoria y convencer a incrédulos. Como la cosa siga así esta tierra hernandiana se va a llenar de herejes.
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