El agua de los churumbeles
Cuesta abajo, por la canaleta de riego que flanquea el Camino de Madrid, se desliza que se las pela cincuenta litros por segundo de agua cristalina. Va a parar al huerto de limoneros que hay más debajo de la Finca de la Baronesa. No se pierde ni una gota por el camino. Luis, de la partida oriolana del campo de La Matanza, paga 75€ por cada hora de agua que llega a su parcela. Dice que con lo que van a gastar con la desaladora de Torrevieja, tuberías y expropiaciones, hay para conectar el Ebro con el Tajo. Pero mientras él riega sus limones, los políticos cultivan el nacionalregionalismo que acompleja las competencias de un Estado que manda pero no gobierna.
Cierto es que la cosecha de limones de este año le va a ocasionar pérdidas. El almacenista de la lonja solo paga a diez céntimos el kilo. En cambio su vecino de finca tiene una plantación de alcachofas y se ha recuperado este año con los precios del alcacil. Pero hay un pero. Los buenos precios atraen a los amigos de lo ajeno que esquilman de madrugada los bancales de alcachofa, de uva de mesa o lo que tenga saque, da igual. No tienen costes y lo que venden está limpio de polvo y paja. En fin, el campo, como la política, de una forma u otra da de comer a mucha gente. Así que el agua del Trasvase produce las condiciones necesarias para que coincidan en un camino perdido del campo, buscavidas de elevado coste social. Dígase ladrones de casas, de gasoil de los motores, de amigos furtivos de las alcachofas y de los chatarreros sin fronteras, llamados últimamente recicladores siderúrgicos, que lo mismo encuentran un hierro viejo que una puerta nueva guardando un motor de riego.
Por que esa es otra. No se sabe quien tiene más delito en esta tierra de nadie. Tras un año engordando el limón la naranja, la uva y la alcachofa resulta que con la globalización de mercados, el vecino del pueblo que tiene un almacén de exportación que también es de importación, abarrota el mercado con miles de toneladas de limones comprados a Turquía, Marruecos o Argentina. Y Luis ve como de un día para otro sus limones ya no valen nada al costar menos manipular los traídos de otras tierras en las que el agua no es un problema político para nadie. Tendrá que regalar lo que pensaba vender a cuarenta céntimos el kilo y tendrá que seguir esperando para poder costearse el riego por goteo que piensa instalar en una caseta con puerta de hierro, que en estos tiempos que corren y al precio que está el metal en el mercado negro, tiene los días contados.
Por lo tanto, queridos vecinos, ladrones de alcachofas, recicladores metalúrgicos sin escrúpulos y demás espectadores de la agonía del campo, todavía pueden aportar su granito de arena rebuscando aguas arriba hasta las Cortes de Castilla La Mancha. Allí pueden dar las gracias por haber permitido comprarles 10.000 hectómetros cúbicos en treinta años y de paso manifestarle a sus parlamentarios, que ni se les ocurra cerrar el grifo del Trasvase con el nuevo estatuto, que peligra el pan y la Nintendo de los churumbeles por la gloria de mi madre. El que está regando los limoneros y su vecino el del alcachofar que este año ha tenido suerte con los precios, se lo agradecerán aunque tengan que descontar parte de la cosecha siguiente y alguna que otra puerta.
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