El gueto, de Miguel Hernández
-Artículo publicado en el diario La Verdad del domingo día 28 de Abril de 2008 con el título - El gueto-
El gueto.
A Miguel Hernández, el poeta universal, van a redescubrirlo en su tierra. En la memoria quedan poco más de dos fotos y unos cuantos poemas de metáfora sencilla. No es oficio del oriolano ocioso tener en cuenta por igual a sus célebres, confundiendo con regularidad el grano y la paja. Desde que vamos a consumir la fuerza de sus poemas para dar a conocer la ciudad, volvemos a oír al poeta sin escucharlo. Esta vez rivalizan por anunciarlo de forma distinta a hace setenta años. Instituciones, asociaciones y fundaciones se vuelcan con un ansia que espero no se convierta en una paradoja asfixiante.
No quiero decir que sospeche de la capacidad de los gestores del centenario. Eso está por ver. La cautela me aborda a la hora de preguntarme si podrán advertir la necesaria vinculación del entorno urbano con la cultura y el arte incrustado en la poesía hernandiana y agregarlo a tiempo. Si hoy entramos a la calle de Miguel Hernández nos recibe una legión de exudados cubos de basura, desvirtuando la apariencia que debería tener el resto de la conocida Calle de Arriba. El trazado la hace larga, esbelta y espaciosa, salpicada de callejones llenos de vida. La calle parece no tener salida en el arco de la ermita donde estuvo San Vicente Ferrer en 1411. Pero con forma de altar para una elegía hay tres grandes maceteros que cortan la calle para crear un callejón sin salida que margina a payos y gitanos en la misma sentencia, junto a la casa del poeta.
Un verdadero gueto visual encadenado al desinterés, necesitado ahora de la inteligencia y compromiso municipal para abrir al mundo, la calle y la casa donde creció el poeta que no sobrevivió a un mundo de lobos. Por eso, estos barrios apartados no necesitan guetos artificiales ni callejones panorámicos que ayuden a su desvinculación con el resto de la ciudad. También es ciudad con trazas de historia. No es justificable que la calle que lleva el nombre del poeta quede encerrada al final por tres grandes piedras que la hacen fallecer, sin oportunidades a las que abrirse a esa gran plaza de la fundación que estudia su obra, como réplica de la corta vida de Miguel Hernández. Parece que la apatía rodea al Monte San Miguel. Guetos, como cadenas
El poeta empezó a enseñarnos su mundo cuando descubrió su persona y su entorno. Orihuela dos mil diez no cambiará los vientos del pueblo, siguen siendo malos tiempos para la lírica. Aún quedan guetos que abrir y por supuesto, mucha poesía que leer.
Jesús Ruiz
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