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Jesús Ruiz...desde Orihuela

Las diez puertas

Las diez puertas
No sólo hay murallas cuando un muro encierra una ciudad. Hay otras formas de esconder y hacer inaccesible una población al intruso, al enemigo o al visitante. Orihuela conservaba allá por el mil seiscientos dos murallas, una en la zona meridional y otra en la oriental. El crecimiento urbano a intramuros difuminaba los pliegos de muralla. Además, los que construían sus casas junto a ella abrían portillos para pasar de un lado a otro constituyéndose con el paso de los años en pasos y travesías de una calle a otra cerrándose solamente en epidemias o guerras. Con el tiempo desapareció la muralla con sus puertas y barbacanas. Orihuela dejaba de ser medieval, no así ciudad abierta.
De las diez puertas que tenían las murallas de la ciudad sólo podemos contemplar la Puerta de Callosa, llamada también Arco de Santo Domingo. Esta puerta ha cumplido muchos años y ha visto pasar muchas gentes y acontecimientos históricos. Pasar por debajo del arco de piedra con el seiscientos color verde azufre de mi padre era un lujo y no me daba cuenta. Cuando íbamos a la Parroquia de los Desamparados a ver a mi abuela salíamos del Camino Viejo atravesando el arco y nos metíamos en la ciudad vieja a lo largo de la sinuosa calle de la Feria para atravesar el río por el Puente Viejo donde estuvo la Puerta del Puente que albergaba la Sala del Consell. Poco mas adelante en la zona de la Mancebería o Putería, se hallaba la Puerta de Bordell que cerraba la ciudad por el suroeste.
Si hubo política urbanística en la ciudad en aquellos años ¿cómo se trazaron los espacios urbanos, plazas y callejonería de sus barrios? ¿Había intereses especulativos? La respuesta es si. Donde hay dinero, hay poder y donde hay poder y política con dinero hay intereses y donde hay intereses y política ya se sabe. El resultado de esos intereses es la planimetría resultante en los nuevos barrios y espacios de Orihuela ya que se empezaban a asentar no ya por su profesión sino por su estatus social y prestigio. ¿Tenían los del siglo XVI un plan general de ordenación urbana? No, no lo tenían. Nosotros tampoco parece que lo tenemos. Si realmente hay una política urbanística está demostrado que las líneas rectas, las calles, las aceras y las rotondas pueden ser cualquier cosa. Las aceras son especiales para equilibristas y las rotondas estampándolas en cualquier sitio, o se tornan graciosas por lo resbaladizas, o las inyectamos junto a una ventana de un dúplex como la del Camino Viejo de Callosa, que mas parece una paellera olvidada.
Por cierto, ahora no se puede salir con el coche a la ciudad por el Camino Viejo de Callosa, el mismo que usaba Miguel Hernández con sus cabras. Para salir del histórico camino al Arco de Santo Domingo hay que callejonear hasta el palmeral. El ordenamiento del tráfico en determinados puntos es preocupante para los tiempos que corren, con rodeos estúpidos como si estuviésemos frente a una muralla. Da la impresión que Orihuela aún es una ciudad cerrada, llena de trastos, obstáculos, aceras para equilibristas con modernos callejones producto de un urbanismo desparramado a socaire de eternos intereses, como eterna se creía la muralla de las diez puertas. Quien tuvo retuvo, se dice.

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