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Jesús Ruiz...desde Orihuela

Alambre de espino

Alambre de espino
Hasta este momento todo era normal. La normalidad se suele desechar porque tiene tinte de aburrida monotonía. La indolencia regala sorpresas. La monotonía aplasta la iniciativa, la adormece. El espejo en el que te miras refleja aburrimiento. El mismo que ancla el estado de alerta. Esa alerta que fluye de dentro. Espontánea. Necesaria. Por eso jadeas. No respondes a instintos perdidos ni oyes las alertas. Te has convertido en un experto en asuntos accesorios. En cosas mundanas. Oscuras. Buscaste el sentido a la desidia. La mentira la convertiste en posibilidad. A la traición la nombraste honoris causa. Allá tú y tu estercolero de miedos. Ya no arrasas con el que se ponga en tu camino. Por eso te miran así. Tu mirada te delata. Se sienten sorprendidos con tu sorpresa. O a lo mejor no. Simplemente observan. Quizás has recibido lo tuyo. Lo que te corresponde.
Descubres que también eres vulnerable. La apariencia de invicto la protegías con la distancia. Ahora estas desnudo, ante todos. Eres persona. No sirve ya esconderse tras perros guardianes. Esos que destrozan con furia al que crees que se pone en tu camino. Obedientes, leales a ellos mismos, sanguinarios. Fieles súbditos de voluntades ajenas. Mercenarios con miras en la recompensa. No te preocupes por eso. Tienes en que preocuparte. Has mordido el alambre. Ese que tú colocaste. Ese mismo alambre termina atrapando como la seda al que lo escampa. Y no se suelta. Se agarra bien. Sientes como rompe la carne y se mete adentro. Se clava en el alma y enroca en hueso. Ahora eres pasto de la voluntad ajena. Esa que dominabas.
Por eso, confiado, mordiste con fuerza y probaste la fuerza. Te creías invulnerable hasta que, de pronto, ¡zas!, sentías tu cuerpo. Uno más. Uno cualquiera, como todos. Un ser humano de carne y hueso que siente sus entrañas. Te duele. Tus demonios pierden la posibilidad de seguir adorándote y se buscan la vida con otro como tú. Maldices tu suerte. Ya eres persona. Una más. No sabes qué hacer para deshacerte de esa fuerza inmóvil que responde a tu morder. Tus manos se dejan ver y no son limpias así que déjate llevar y desprecia la incompetencia que padeces. Despreciar es ganar aprecio y tiempo. Ese que no tienes

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