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Jesús Ruiz...desde Orihuela

EL HOMBRE DEL TREN.

EL HOMBRE DEL TREN.

Al son que me toquen bailo.
Cada quien con su cada cual. Cada uno lleva la lengua donde le duele la muela. Unos cardan la lana, y otros llevan la fama, y con estas consignas, les voy a relatar una conversación trivial con un amigo tomando café una calurosa tarde de julio en casa.

Rubén Darío, Rubén para los amigos, oriolano de pura cepa, me contaba entusiasmado, -a la fuerza- que es cómodo el tren hasta Alicante, que te apeas en el centro y enseguida estaba en las puertas del despacho tomando café. Yo le replicaba que se aburriría sabiendo que disfrutaba conduciendo su coche hasta el despacho, como ese famoso anuncio y además, con plaza de aparcamiento en Benalúa, junto a la antigua cárcel. Me mira desconcertado y me dice que de que le sirve, además, en tren se va bien”.

Con el primer sorbo de torrefacto comienza la conversación de lo que le pasó una fría mañana en el tren. Cuando subió sobre las siete en Orihuela, se fue al vagón del fondo ya que no estaba acostumbrado a estar en lugares cerrados con mucha gente. Cuando el convoy inició la marcha aparece un hombre joven con una mochila y con auriculares que eligió un asiento distante de el vagón. Tras parar en Callosa y salir para Albatera, se da cuenta después de cruzar miradas varias veces, que había visto antes el rostro del anónimo compañero de de viaje.
-¡Me acuerdo de él perfectamente!-
Se acuerda de el por que en una fría madrugada de Marzo que no olvidará nunca, coincidieron en urgencias del Puente del Rey por un maldito dolor de muelas que le fastidió una juerga y el chico de azul, aún jodido, lepegó un repaso dialéctico de la leche. Rubén estuvo esperando, y esperando, a que el médico se situase en su box y no se situaba.

A esto que se oye un radiotransmisor y entran dos policías, uno de ellos con arañazos en el cuello y síntomas de agotamiento. Mi amigo Rubén le preguntó con sorna si se había caído del caballo; no le gustan los uniformes ya que personifican la autoridad y él manda cada vez menos. Además cuando está jodido, lo era también a cara de perro. Rubén esperaba algo distinto como castigo a su estúpida pregunta, pero el agente le dijo que no, que de momento no había caballos en la policía local pues la prioridad la tenía el helicóptero para vigilar las pedanías ya que los caballos estaban en la remonta preñando yeguas y eso lo preferían a llevar gente arriba. Reímos antes del siguiente sorbo. Reímos. Mi amigo, un ciudadano cualquiera, era así de agrio cuando no las captaba al vuelo pero lo sucedido aquella noche lo puso en su sitio. Insistió sobre los arañazos y el policía le contestó que es posible que lloviese y que los vientos predominantes serán de componente este…, disculpe”.

Sonó un teléfono, el poli sale fuera y mientras se cerraba la puerta, pilló la conversación,... “si…bien, bien, gracias, acabamos de…. en el pantano a…posiblemente albanés de los… la Cam… no señor… disparos…y sin heridos..”, se alejó al mismo tiempo que, por fin, lo llamaron. Cuando mi amigo terminó la consulta no había nadie. Tampoco su coche. Estaba lloviendo. Se fue andando a la cercana farmacia con cara de diclofenaco antes de poner la denuncia allá en la otra punta, murmurando con palabras sueltas la trola del poli ponemultas, su coche, la lluvia, su coche, la trola. “¿Te lo creíste?”. Mirándome de reojo apuró su café y me respondió: ”¿Que importaba eso ? Lo único importante era mi dolor de muelas y la juerga que me dejé atrás y mira por donde me roban el coche”. Anda, lee. Saca Rubén una copia de un titular de diario local donde se lee: “… como en el Salvaje Oeste,(…)”. No era una trola, era cierto. Apurando la taza de café, me dijo resentido: “¿que si era cierto?, el tonto soy yo que me tiré una tarde en la hemeroteca, pero da igual Jesús, solo saben poner multas. A mí me robaron el coche….
¿Y como se llama ese del tren?
Alberto o Leopoldo creo, no lo se, que más da, ¿otro café nene?”.

Rubén es así, un poco terco. Se dejó las llaves puestas aquella noche. Por un dolor de muelas y todo el mundo para él. Se escuchan pitadas en la calle, hay jaleo. Rubén mira el reloj y eso significa que falta poco para que se marche con el cuento a otra parte o al concesionario ya que su coche no ha aparecido y el que le prestaron ya se lo reclaman y al asomarse por el balcón observa como lo prestado se lo lleva la grúa. Ahora se acuerda que lo ha aparcado en doble fila.
-¡Menuda la he montado!
-¡Anda Rubén, termina el café, que ahora ya no hay prisa y además, estamos en Moros!.

Es mi amigo.

1 comentario

Opina Orihuela -

Hola Jesús, te invito a conocer mi blog sobre política y sociedad en Orihuela: http://opinaorihuela.blogspot.com/. Unas teclas expertas y afiladas como las tuyas me vendrían muy bien para darle vidilla.

Un saludo